Desde
el principio el hombre (llámese hombre o mujer) ha estado inclinado al pecado,
la causa del mismo es, el pecado original, es decir; por la desobediencia de Adán
y Eva en el jardín del Edén, somos hederos del pecado, pero por gracia, en
Cristo, somos coherederos de la salvación, por su muerte y resurrección, hemos
sido justificado, si lo recibimos en nuestro corazón, como nuestro señor y
salvador. Es importante señalar que, un pecado es una trasgresión
voluntaria de los preceptos religiosos. El término, que proviene del
latín peccatum, implica la violación de normas morales y puede tener distintos grados de
seriedad. El pecado es una ofensa a Dios. El pecado es una falta
contra la razón, la verdad y la conciencia recta. Es una falta al amor
verdadero que debemos a Dios, a nosotros mismos y al prójimo, a causa de un
apego perverso a ciertos bienes que aparecen como atractivos por efectos de la
tentación, pero que en verdad
son dañinos para el hombre. Por eso el Papa Juan Pablo II señala que el pecado,
bajo la apariencia de "bueno" o "agradable", es siempre un
acto suicida. Cabe señalar que, el catecismo de nuestra iglesia católica
nos dice que: El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón
la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de
su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto
consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En
adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en
su bondad, (397). La
Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia.
Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23).
Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han concebido
una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5),
(399).
También es importante indicar que, “Conviene valorar
los pecados según su gravedad. La distinción entre pecado mortal y venial,
perceptible ya en la Escritura (cf 1Jn 5, 16-17) se ha impuesto
en la tradición de la Iglesia. La experiencia de los hombres la corroboran”, (1854).
Cabe señalar que, el pecado mortal destruye la caridad en el
corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre
de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien
inferior, (1855), en cambio el pecado venial deja subsistir la
caridad, aunque la ofende y la hiere. El pecado venial constituye un desorden moral que puede ser reparado
por la caridad que tal pecado deja subsistir en nosotros, (1875). La reiteración de pecados, incluso veniales,
engendra vicios entre los cuales se distinguen los pecados capitales, (1876).
Los pecados capitales son los
siguientes siete: la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la envidia,
la ira y la soberbia. Por otra parte, es importante señalar que, la
variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias listas. La carta a
los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: “Las obras de la
carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería,
odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya
os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios”
(5,19-21; cf Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5,
3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10; 2 Tm 3,
2-5), (1852). Por otro lado, es
importante señalar que, la paga del pecado es muerte, más la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Cabe
indicar que, el pecado tiene consecuencias muy graves, tanto a nivel físico como
espiritual, y emocional, las siguientes son: Nos aleja de Dios, rompe el
corazón de Dios, rompe la comunión con Dios, nos roba el gozo, nos roba la
confianza, trae culpa a nuestras vidas, apaga el Espíritu de Dios en nosotros, trae daño
físico, causa dolor en el alma, abre la puerta a otros pecados, produce temor, te destruye, arruina tu relación con los demás, entre otras. Todas y cada
una de estas consecuencias, están basada en fundamentos bíblicos.
Además, es importante indicar que, el señor a través
de sus palabras nos dice: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que
el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mateo, 26;
41). El apóstol San Pablo también nos dice: "Sabemos, en efecto, que la
ley es espiritual, más yo soy de carne, vendido al poder del pecado. Realmente,
mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que
aborrezco" (Romanos, 7; 14-15). Es por ello que, necesitamos tanto en nuestras
vidas de la gracia de Dios. También, es bueno recordar que, "Decía,
pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi
Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres. Ellos le respondieron: Nosotros somos descendencia de
Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ¿Os haréis
libres? Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: todo el que comete
pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras
el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis
realmente libres" (Juan, 8; 31- 36). El pecado nos esclaviza y
nos hace perder la vida de gracia. Pidamos al buen Dios la gracia del verdadero
arrepentimiento de cada uno de nuestros pecados, una conversión sincera, y que
nos concedas también, el don de temor de Dios para tenerlo siempre presente en
el obrar. Amén
Biblia Latinoamericana
Catecismo De La Iglesia Católica
Referencias
Bibliográficas:
Biblia
De JerusalénBiblia Latinoamericana
Catecismo De La Iglesia Católica
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