En
este tiempo podemos observar, un gran derramamiento del Espíritu Santo, es
decir; como, el santo espíritu de Dios, se está moviendo para: Sanar, liberar,
restaurar, fortalecer, y empoderar a las personas para cumplir su proposito en
la vida. Cabe señalar que, Dios lo había profetizado, por boca del siervo y profeta
Joel, el hombre del espíritu, quien nos dice que, todo esto estaría sucediendo
para este tiempo. El derramamiento del Espíritu Santo es, la gran promesa de
Dios, ya que precisamente, a través de este profeta, Dios nos dice: "Sucederá
después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones", (Joel 3: 1). Es la gran promesa del día
de Pentecostés. Es decir que, todo bautizado tendrá revelación de Dios, en su
vida, gracias a la acción del Espíritu Santo, en la misma, en determinado momento.
Pero, es importante indicar que, la revelación más clara y precisa es, la sagrada
escritura, es decir; la palabra de Dios. Por lo que, siempre debemos buscar
discernimiento a través de la misma. Cabe indicar que, en una Conferencia
Episcopal de Chile se señala que, originalmente Pentecostés
se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la
fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son
cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más
tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y
antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo
llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante
el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un
sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto
se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la
alianza y el don de la ley. En el marco
de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu
Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento,
Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch
20 16; 1 Cor 168).
También, es importante
indicar que, según el catecismo de nuestra iglesia nos dice: El "Espíritu
Santo", tal es el nombre propio de Aquel que adoramos y glorificamos con
el Padre y el Hijo. La Iglesia ha recibido este nombre del Señor y lo profesa
en el Bautismo de sus nuevos hijos (cf. Mt 28, 19). El término "Espíritu"
traduce el término hebreo Ruah, que en su primera acepción
significa soplo, aire, viento. Jesús utiliza precisamente la imagen sensible
del viento para sugerir a Nicodemo la novedad transcendente del que es
personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu divino (Jn 3, 5-8). Por
otra parte, Espíritu y Santo son atributos divinos comunes a las Tres Personas
divinas. Pero, uniendo ambos términos, la Escritura, la liturgia y el lenguaje
teológico designan la persona inefable del Espíritu Santo, sin equívoco posible
con los demás empleos de los términos "espíritu" y "santo",
(691). Por otro lado, cabe indicar que, Dios quiere derramar su santo espíritu para
sanar nuestro corazón. Es por ello que, a través del profeta Ezequiel Dios nos
dice: "yo les daré un solo corazón y pondré
en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré
un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas
y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios", (Ezequiel
11; 20.21). Es importante señalar que, desde un principio Dios ha querido que,
el hombre camine bajo su ley, ha buscado su obediencia, pero el hombre se ha
resistido. Por lo que, en un momento, Dios tuvo que, decir: "Nunca más
maldeciré la tierra por causa del hombre, pues veo que sus pensamientos están
inclinados al mal ya desde la infancia. Nunca más volveré a castigar a todo ser
viviente como acabo de hacerlo", (Génesis 8;21). Pero, cabe indicar que, a
pesar de nuestras rebeliones, no todo está perdido, ya que, Jesús nos dice: " El que tenga sed, que venga a mí, y que
beba, el que cree en mí. Lo dice la Escritura: De él saldrán ríos de agua viva.
Decía esto Jesús refiriéndose al Espíritu Santo que recibirían los que creyeran
en él. Todavía no se comunicaba el Espíritu, porque Jesús aún no había entrado
en su gloria", (San Juan 7; 37-39).
Además,
cabe indicar que, el apóstol Lucas nos habla del cumplimiento de la gran
promesa, es decir; del derramamiento del santo espíritu, y nos dice: "Cuando
llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que
llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía que se expresaran. Estaban de paso en Jerusalén judíos
piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo. Y entre el
gentío que acudió al oír aquel ruido, cada uno los oía hablar en su propia
lengua…Y todos les oímos hablar en nuestras propias lenguas las maravillas de
Dios.» Todos estaban asombrados y perplejos, y se preguntaban unos a otros qué
querría significar todo aquello.» Pero algunos se reían y decían: «Están
borrachos» Entonces Pedro, con los Once a su lado, se puso de pie, alzó la voz
y se dirigió a ellos diciendo: «Amigos judíos y todos los que se encuentran en
Jerusalén, escúchenme, pues tengo algo que enseñarles. No se les ocurra pensar
que estamos borrachos, pues son apenas las nueve de la mañana, sino que se está
cumpliendo lo que anunció el profeta Joel. Escuchen lo que sucederá en los
últimos días, dice Dios: derramaré mi Espíritu sobre cualesquiera que sean los
mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los
ancianos tendrán sueños proféticos. En aquellos días derramaré mi Espíritu
sobre mis siervos y mis siervas y ellos profetizarán. Haré prodigios arriba en
el cielo y señales milagrosas abajo en la tierra. El sol se convertirá en
tinieblas y la luna en sangre antes de que llegue el Día grande del Señor. Y
todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará." (Hechos
2; 1-21). Cabe indicar que, Pentecostés es, cuando recibe la presencia viva del
Espíritu Santo en tu corazón. Pidamos al buen Dios que, derrame su santo espíritu
sobre nosotros, ya que, sin él, no podemos decir que, Jesús es el señor, y también
pedir que, sea él, que gobierne nuestras vidas. Amén
Referencias Bibliográficas:
Biblia De Jerusalén
Biblia La Latinoamericana
Santa Biblia
Catecismo De La Iglesia Católica
Fuente: Conferencia Episcopal de Chile
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