La Dignidad Humana


Desde un principio la dignidad del hombre se ha visto afectada, ya que, por la caída de Adán y Eva, el ser humano enfrenta diversas situaciones producto del pecado. La vida lejos de Dios les llevan por camino lleno de dolor y sufrimiento que, por la misericordia de Dios, pueden ser sanados y liberados de un sin número de cosas, que les oprimen. Cabe indicar que, según San Juan Pablo II nos dice: “La intención fundamental y primordial de Dios respecto al hombre que Él creó… a su semejanza, a su imagen, no ha sido revocada ni anulada, ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: Con el sudor de tu rostro comerás el pan”. Es importante indicar que, el termino dignidad del latín dignitas, dignidad es la cualidad de digno. Este adjetivo hace referencia a lo correspondiente o proporcionado al mérito de alguien o algo, y también puede indicar que alguien es merecedor de algo o que una cosa posee un nivel de calidad aceptable. Según el catecismo de la iglesia católica nos dice: La dignidad de la persona humana está enraizada en su creación a imagen y semejanza de Dios (artículo primero); se realiza en su vocación a la bienaventuranza divina (artículo segundo). Corresponde al ser humano llegar libremente a esta realización (artículo tercero). Por sus actos deliberados (artículo cuarto), la persona humana se conforma, o no se conforma, al bien prometido por Dios y atestiguado por la conciencia moral (artículo quinto). Los seres humanos se edifican a sí mismos y crecen desde el interior: hacen de toda su vida sensible y espiritual un material de su crecimiento (artículo sexto). Con la ayuda de la gracia crecen en la virtud (artículo séptimo), evitan el pecado y, si lo han cometido recurren como el hijo pródigo (cf Lc 15, 11-31) a la misericordia de nuestro Padre del cielo (artículo octavo). Así acceden a la perfección de la caridad, (1700).

También, es importante indicar que, el origen de la dignidad humana o la verdad sobre el hombre: Como representante de la fe cristiana, el papa Juan Pablo II llega a establecer que el origen del hombre se esconde y se revela en Dios y por Dios. Así, sostiene: “La fe nos enseña que el hombre es imagen y semejanza de Dios (Cf. Gen. 1.27); esto significa que está dotado de una inmensa dignidad; y que cuando se atropella al hombre, cuando se violan sus derechos, cuando se cometen contra él flagrantes injusticias, cuando se le somete a las torturas, se le violenta con el secuestro o se le viola su derecho a la vida, se cometa un crimen y una gravísima ofensa a Dios; entonces Cristo vuelve a recorrer el camino de la pasión y sufre los horrores de la crucifixión en el desvalido y oprimido”. Por otra parte, es importante indicar que, de la anterior cita podemos rescatar como datos llamativos en torno a la dignidad humana los siguientes elementos: 1) la dignidad humana es una tarea conceptual y práctica; es un quehacer propiamente personal y social y su reactivación es una tarea inacabable; 2) la dignidad humana exige ser vivida siempre, en el presente de la vida cotidiana; 3) el ser humano no es ni un instrumento de producción ni de ser instrumentalizado (manipulado); 4) el ser humano es, ante todo, ¡ser humano!; 5) la dignidad humana está en función de las acciones y estas deben estar enmarcadas en condiciones que permitan el virtual desarrollo de las posibilidades del ser humano; 6) la dignidad humana está relacionada con el ascenso ontológico y espiritual, en otras palabras, con una formación constitutiva y afirmativa del ser humano, en tanto que este ascenso es un perfeccionamiento de su total naturaleza (corporal y espiritual, material y trascendente); y, finalmente, 7) la jornada laboral, e incluso el trato personal, son elementos que se tejen diariamente en la vida humana y que deben acentuar el papel de la dignificación del ser humano. De esto se puede concluir la enorme densidad de referirse al ser humano como un sujeto con dignidad, o incluso con una dignidad humana en ascenso o trascendente; pero también es dable concluir la inmensa tarea que le corresponde a cada ser humano consigo mismo y con los demás.

Por otro lado, es importante indicar que, la dignidad humana, en consecuencia, realiza toda la potencialidad de la que es capaz en la creación, mantenimiento, perpetuación y trascendencia del amor. La dignidad humana se teje en el nudo del amor porque el amor es el nudo de la realidad personal de Dios y de la dignidad misma de Dios. En consecuencia: “No se puede oponer el servicio de Dios y el servicio de los hombres, el derecho de Dios y el derecho de los hombres. El reconocimiento del señorío de Dios conduce al descubrimiento de la realidad del hombre”. Cabe mencionar que, Cristo nos señala en el amor este Camino de acceso a la Verdad última, que es Él mismo. La realización plena de la dignidad del hombre sólo se tiene en el dinamismo del amor que lleva a cada uno al encuentro con el otro y así lo abre a la experiencia de la trascendente presencia de Aquel que, al encarnarse, "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (Gaudium et spes, 22).  Además, es importante señalar que, San Juan pablo II nos dice: "Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis". Que la palabra solemne con la que el Juez divino concluirá la historia, ilumine nuestros pasos en el tiempo, haciéndonos descubrir en el amor el camino que lleva al reconocimiento del valor irrepetible de cada uno de nuestros semejantes, y de este modo a la plena realización de nuestra misma humanidad. Cristo es el prototipo del dignificador de la humanidad. La Iglesia y sus pastores no deben inmiscuir ni contaminar su misión evangélica con ningún argumento político, económico o materialista. La dignidad del ser humano corre paralela a la imagen de Dios presente en cada ser humano. La dignidad se desarrolla por la presencia del Espíritu de Dios en cada corazón, pero también por la práctica de la dignificación a partir de las buenas acciones. De igual manera las malas acciones restan dignidad a la persona que las comete y a aquellas que experimentan sus consecuencias degradantes. Pidamos al buen padre la gracia de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, para que reinen siempre en nuestros corazones el amor y la justicia. Amén

Referencias Bibliográficas:
Biblia De Jerusalén 
Catecismo De La Iglesia Católica 
Juan Pablo II: Apostillas Filosóficas A Su Concepto De La Dignidad Humana

Comentarios