En los
últimos tiempos el hombre llámese (Hombre y Mujer), le ha dado la espalda a
Dios, hasta el punto de crear un Dios a su manera, y según él cree, como debe
ser el mismo, dejando a un lado las palabras de Dios y, por ende, no
considerando sus principios y mandamientos, los cuales deben regir siempre la
vida del hombre. Es por ello, que el hombre debe volver su mirada a su creador,
hacia su Dios, hacia su padre celestial, ya que, se ha alejado de él, tomando
caminos que, llevan a la perdición y, que conducen a la muerte, no solo física,
en el peor de los casos, sino también a la muerte del alma; La muerte eterna. Por
lo que, es necesario un arrepentimiento sincero y verdadero del hombre ante
Dios, para que, el hombre pueda encontrar misericordia y, así pueda ser
perdonado de sus pecados y faltas. La palabra arrepentimiento este vocablo en
su etimología proviene del verbo pronominal «arrepentirse» y del sufijo
«miento» que indica acto, estado y efecto de. Es un dolor, sentimiento,
pesar, sufrimiento o remordimiento de haber hecho algo o de una acción o acto. Es
importante indicar que, el salmista nos dice: “El sacrificio que Dios quiere es
un espíritu contrito, un corazón contrito y humillado, tú, oh Dios, no lo
desprecias," (Salmos, 51;19). Cuando nos arrepentimos y humillamos
ante Dios, él nos perdona, y derrama su misericordia sobre nosotros. En este
tiempo más que nunca, debemos volver a Dios, con un corazón humillado para
alcanzar misericordia.
También,
es importante indicar que, en diferentes momentos de la humanidad ante
situaciones muy difíciles, cuando el hombre toma una postura de arrepentimiento
y se vuelve hacia Dios, el hombre alcanza su misericordia, así como la palabra
de Dios nos relata en el libro de Jonás ante la situación que, le amenazaba a Nínive.
Donde la palabra misma nos dice: "La palabra de Yahveh fue dirigida a
Jonás, hijo de Amittay, en estos términos: Levántate, vete a Nínive, la gran
ciudad, y proclama contra ella que su maldad ha subido hasta mí," (Jonás,
1, 1-2). Cabe indicar que, Jonás no hizo caso al primer mandato de Dios, y salió
huyendo de su presencia. Entonces la palabra nos dice: "Por segunda vez
fue dirigida la palabra de Yahveh a Jonás en estos términos: Levántate, vete a
Nínive, la gran ciudad y proclama el mensaje que yo te diga." Jonás se
levantó y fue a Nínive conforme a la palabra de Yahveh. Nínive era una ciudad
grandísima, de un recorrido de tres días. Jonás comenzó a adentrarse en la
ciudad, e hizo un día de camino proclamando: Dentro de cuarenta días Nínive
será destruida. Los ninivitas creyeron en Dios: ordenaron un ayuno y se
vistieron de sayal desde el mayor al menor. La palabra llegó hasta el rey de
Nínive, que se levantó de su trono, se quitó su manto, se cubrió de sayal y se
sentó en la ceniza. Luego mandó pregonar y decir en Nínive: Por mandato del rey
y de sus grandes, que hombres y bestias, ganado mayor y menor, no prueben
bocado ni pasten ni beban agua. Que se cubran de sayal y clamen a Dios con
fuerza; que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay
en sus manos. ¡Quién sabe! Quizás vuelva Dios y se arrepienta, se vuelva del
ardor de su cólera, y no perezcamos. Vio Dios lo que hacían, cómo se
convirtieron de su mala conducta, y se arrepintió Dios del mal que había
determinado hacerles, y no lo hizo," (Jonás 3, 1-10). Aquí podemos
observar un Dios misericordioso que, ante el arrepentimiento sincero de los ninivitas,
él también se arrepiente del mal con que le había amenazado.
Por
otra parte, es importante indicar que, Dios en sus palabras también nos dice: "Si
yo cierro el cielo para que no llueva, si yo mando a la langosta devorar la
tierra, o envío la peste contra mi pueblo; y mi pueblo, sobre el cual es
invocado mi Nombre, se humilla, rezando y buscando mi rostro, y se vuelven de
sus malos caminos, yo entonces los oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y
sanaré su tierra. Mis ojos estarán abiertos y mis oídos atentos a la oración
que se haga en este lugar;" (2 Crónicas, 7; 13-15). Cabe indicar
que, si hoy ante esta situación sanitaria; pandemia que vive la humidad, no
importando la raza, credo o religión, nos unimos todos con un solo clamor al
padre del cielo, implorando su misericordia, con un corazón contrito y
humillado, nos alcanza su amor y misericordia, porque su misericordia es
eterna, (Salmos, 107; 1), ya que, el Señor es compasivo y misericordioso,
perdona los pecados y salva en la hora de la tribulación. (Eclesiástico, 2;
11). Por otro lado, es importante indicar que, el señor le dijo a Santa
Faustina Kowalska que: “La humanidad no tendrá paz hasta que se vuelva con
confianza a Mi Misericordia”. (Diario, 300). Pidamos al padre del cielo que tenga
misericordia de la humanidad, ya que solo él, puede darnos la luz que
necesitamos, en este momento de oscuridad que, pesa sobre el mundo. Amén
Referencias
Bibliográficas:
Biblia
De Jerusalén
Biblia
Latinoamericana
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