El Gran Misterio De La Santísima Trinidad, ´´Tres Personas Y Un Solo Dios´´


El dogma de la Santísima Trinidad es, difícil de comprender desde la razón o lógica humana, ya que, es uno de los misterios más grande de Dios, y que solo a través de su gracia y, de la luz de su santo espíritu, se puede comprender un poco, porque nadie puede tener un conocimiento claro de Dios, ya que, entonces no sería Dios. Según San Juan Pablo II nos dice: Efectivamente, Dios es la única realidad que escapa a nuestras capacidades de medida, de control, de dominio, de comprensión exhaustiva. Por eso es Dios: porque es él quien nos mide, nos rige, nos guía, nos comprende, aun cuando no tuviésemos conciencia de ello. Pero si esto es verdad para la divinidad en general, vale mucho más para el misterio trinitario, esto es, típicamente cristiano de Dios mismo. Él es a la vez Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero no se trata ni de tres dioses separados, lo cual sería una blasfemia, ni siquiera de simples modos diversos e impersonales de presentarse una sola persona divina, lo cual significaría empobrecer radicalmente su riqueza de comunión interpersonal. Es importante indicar que, el catecismo de nuestra iglesia católica nos habla de este gran misterio de amor, es decir; La Santísima Trinidad, donde cabe indicar que, La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Concilio de Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804), (253).

También, es importante indicar que, según el catecismo de nuestra iglesia, Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único, pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina, (254). Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331), (255). Por otra parte, es importante indicar que, San Juan Pablo II nos dice:  la solemnidad litúrgica de la santísima Trinidad, que propone a nuestra contemplación el misterio de Dios, como Cristo nos lo reveló. Misterio grande, que supera nuestra mente, pero que habla profundamente a nuestro corazón, porque en su esencia es un explicitación de la densa expresión de san Juan: Dios es amor. Precisamente porque es amor, Dios no es un ser solitario, y, siendo uno y único en su naturaleza, vive en la recíproca inhabitación de tres personas divinas. En efecto, el amor es esencialmente entrega. Dios, siendo amor infinito, es Padre que se entrega completamente en la generación del Hijo, y con él mantiene un diálogo eterno de amor en el Espíritu Santo, vínculo personal de su unidad.

Por otro lado, cabe señalar que, según San Juan Pablo II en la Audiencia General Unidad y distinción de la eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos dice: La Santa Iglesia en su fe trinitaria se siente unida a todos los que confiesan al único Dios. La fe en la Trinidad no destruye la verdad del único Dios: por el contrario, pone de relieve su riqueza, su contenido misterioso, su vida íntima. Esta fe tiene su fuente la única fuente en la revelación del Nuevo Testamento. Sólo mediante esta revelación es posible conocer la verdad sobre Dios uno y trino. Efectivamente, éste es uno de los "misterios escondidos en Dios, que como dice el Concilio Vaticano I si no son revelados, no pueden ser conocidos" (Const. Dei FiliusDe Fide cath., IV). El dogma de la Santísima Trinidad en el cristianismo se ha considerado siempre un misterio: el más fundamental y el más inescrutable. Jesucristo mismo dice: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el hijo quiera revelárselo" (Mt 11, 27). Aplicando esta distinción a Dios, constatamos la unidad de la naturaleza, esto es, la unidad de la Divinidad, la cual pertenece de modo absoluto y exclusivo a Aquel que existe como Dios. Además, es importante indicar que, el Papa San Juan Pablo II en la Bula lncamationis mysterium, "El Misterio de la Encar­nación" quiere dar su verdadero significado: la expresión de la alabanza y glorificación a la Santísima Trinidad por su amor salvador, pero en especial, por la obra de Jesús que se hace hombre y se entrega para hace­mos hijos de Dios, en el Espíritu San­to. Obra que se experimenta en una espiritualidad que se vive en la Iglesia y por la Iglesia y de la cual participa­mos desde nuestro Bautismo. Pidamos al buen Dios la gracia de conocerle, porque es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle. Amén

Referencias Bibliográficas:
Biblia Pueblo De Dios
Biblia De Jerusalén
Catecismo De La Iglesia Católica
Audiencia General, Unidad y distinción de la eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, San Juan Pablo II
Homilía de la Santísima Trinidad, San Juan Pablo II


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