
También, es importante indicar que, según el catecismo de nuestra iglesia, Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único, pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina, (254). Las Personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las Personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres Personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "en Dios todo es uno, excepto lo que comporta relaciones opuestas" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Concilio de Florencia, año 1442: DS 1331), (255). Por otra parte, es importante indicar que, San Juan Pablo II nos dice: la solemnidad litúrgica de la santísima Trinidad, que propone a nuestra contemplación el misterio de Dios, como Cristo nos lo reveló. Misterio grande, que supera nuestra mente, pero que habla profundamente a nuestro corazón, porque en su esencia es un explicitación de la densa expresión de san Juan: Dios es amor. Precisamente porque es amor, Dios no es un ser solitario, y, siendo uno y único en su naturaleza, vive en la recíproca inhabitación de tres personas divinas. En efecto, el amor es esencialmente entrega. Dios, siendo amor infinito, es Padre que se entrega completamente en la generación del Hijo, y con él mantiene un diálogo eterno de amor en el Espíritu Santo, vínculo personal de su unidad.
Por otro lado, cabe
señalar que, según San Juan Pablo II en la Audiencia General Unidad y
distinción de la eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos
dice: La Santa Iglesia en su fe trinitaria se siente unida a
todos los que confiesan al único Dios. La fe en la Trinidad no
destruye la verdad del único Dios: por el contrario, pone de relieve su
riqueza, su contenido misterioso, su vida íntima. Esta fe tiene su fuente la
única fuente en la revelación del Nuevo Testamento. Sólo mediante esta
revelación es posible conocer la verdad sobre Dios uno y trino.
Efectivamente, éste es uno de los "misterios escondidos en Dios, que como
dice el Concilio Vaticano I si no son revelados, no pueden ser conocidos"
(Const. Dei Filius, De Fide cath., IV). El dogma de la Santísima Trinidad
en el cristianismo se ha considerado siempre un misterio: el más
fundamental y el más inescrutable. Jesucristo mismo dice: "Nadie conoce al
Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el
hijo quiera revelárselo" (Mt 11, 27). Aplicando esta
distinción a Dios, constatamos la unidad de la naturaleza, esto es, la unidad
de la Divinidad, la cual pertenece de modo absoluto y exclusivo a Aquel que existe
como Dios. Además, es importante indicar que, el Papa San Juan Pablo II en la Bula
lncamationis mysterium, "El Misterio de la Encarnación"
quiere dar su verdadero significado: la expresión de la alabanza y
glorificación a la Santísima Trinidad por su amor salvador, pero en especial,
por la obra de Jesús que se hace hombre y se entrega para hacemos hijos de
Dios, en el Espíritu Santo. Obra que se experimenta en una espiritualidad que
se vive en la Iglesia y por la Iglesia y de la cual participamos desde nuestro
Bautismo. Pidamos al buen Dios la gracia de conocerle, porque es imposible
conocerle y no amarle, amarle y no seguirle. Amén
Referencias Bibliográficas:
Biblia Pueblo De Dios
Biblia De Jerusalén
Catecismo De La Iglesia Católica
Audiencia General, Unidad y distinción de la eterna comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, San Juan Pablo II
Homilía de la Santísima Trinidad, San Juan Pablo II
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